Amadeo Buccinioni miraba con atención a su melómano amigo y luthier Graham Peyton, asintiendo con la mirada perdida entre pensamientos seguramente asociados con el virtuosismo de algunos músicos como el impronunciable Yngwie Malmsteem. Dotado de un juicio seguramente imparcial, debatía ciertos aspectos clave, que convierten a un músico en una especie de bestia sobrenatural, llena de recursos técnicos, los cuales contribuyen a armar ese personaje místico. Lejos de alcanzar un consenso, y con ganas de concluir la conversación, intervino casi por casualidad un hombre que escuchaba casi sin querer dicho diálogo. Con las mejillas visiblemente sonrojadas, y haciendo un gesto de redención expuso sin tapujos su visión del asunto.
Amadeo y Graham, se sorprendieron por igual al tiempo que sincronizan una expresión de curiosidad por escuchar la aportación de este misterioso personaje.
Tomó una bocanada de aire entremezclado con el humo del cigarrillo que estaba fumando, y comenzó a explicar que en su juventud tocaba en bandas locales bastante conocidas. Al parecer era el típico hombre orquesta, aunque centró su atención en la guitarra desde muy joven. Contó una entretenida historia sobre un chaval joven que vivía en la calle, y que para poder comer tocaba viejas canciones de blues. Tenía una demacrada steel guitar que su novia le había robado a un artista canadiense al que había logrado engatusar para llevarlo a un motel para drogarlo y sustraerle la guitarra. No se trataba del típico caso de un músico rico en la técnica apenas dominaba un par de escalas pero lo que lo hacía grande e inigualable era su capacidad de transmitir sentimientos a través de la música. Nunca logro grabar ningún disco pero los que lo escuchaban aseguraban qué era uno de los mejores artistas que habían escuchado jamás. Al parecer lo habían escuchado algunos productores de renombre, pero al intentar algún tipo de trato con el, éste les decía que no una y otra vez. Al contrario del deseo natural de cualquier músico callejero, su profunda convicción en sus propios principios echaba por tierra cualquier tipo de acuerdo musical, ya que prefería su precaria situación a venderse al negocio en ocasiones gangrenado y sangrante como el de la música.
Esta
historia, quedó grabada por mucho tiempo en la mente de Amadeo y
Graham, los cuales compartían principios similares. Creían
fervientemente en la honestidad, con la determinación de los
soldados a las órdenes de la diosa de la creación. Nunca hubieran
vendido sus ideales por un beneficio tan banal, y pobre como ser
manejados como marionetas, por aquellos magnates que viven del
talento de esos pequeños genios inocentes y puros.
Es
justo la predisposición humana de comparar la que abre este
recurrente debate sobre quién es mejor o peor desempeñando una
tarea, quien domina un instrumento a la perfección etcétera. La
música no es una carrera, sino un sentimiento, se camina más
estable cuando uno va despacio, pisando firmemente, respirando cada
nota, cada matiz . No es un pensamiento que trate en ningún
modo de defender a aquellos que por cualquier motivo no lleguen a
atesorar la virtud de la velocidad como guitarristas, sino una visión
más bien diferente y personal del asunto. Por descontado queda decir
que existen canciones en las que los solos son irremediablemente
rápidos, y que son una experiencia sensorial abrumadora, pero
también es cierto que no es extremadamente necesario el uso de éstos
para que una canción sea buena, o nos transmita un éxtasis sincero
y regocijador.
Es
natural, trabajar para el auto desarrollo en todos y cada uno de los
aspectos de la vida, justo como han hecho grandes músicos que se
caracterizan principalmente por ser autodidactas. Django reinhart,
uno de los iconos del jazz en los años 30 no sabía apenas escribir
un par de palabras en su idioma. Prince, a pesar de no saber solfeo,
destacó de una manera impresionante como músico
multiinstrumentista, productor y cantante. Entre los casos más
sobrecogedores de excelencia musical sin estudio previo, sería un
sacrilegio no nombrar a Jimmy Hendrix, el cual, a pesar de no saber
leer una partitura, logró convertirse en uno de los guitarristas más
admirados de todos los tiempos. Tiene que ser inmensamente
gratificante vivir esa sensación de poder, trabajada hasta la
saciedad por medio de la práctica, y la influencia de innumerables
artistas que conformarían un estilo propio.
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Jimmy Hendrix ejemplo de músico autodidacta. |
Al
igual que la historia ha acogido en su seno a los grandes héroes,
los rockeros lo hemos hecho de igual manera, incluyéndolos en
nuestra vida, como admirables referentes de los que estamos
orgullosos de contemplar. Uno de ellos sin duda para mí es Jimmy
Page. Recuerdo con claridad, el momento justo en el que escuché Led
Zeppelin por primera vez. Era una tarde demasiado cálida. Buscaba
algún tipo de refrigerio para mitigar la inmensa sed que tenía por
culpa de los asfixiantes alisios. Salí a la calle en dirección a
casa de un buen amigo para recoger una cinta de cassette donde había
grabado un ensayo de una de mis bandas por aquel entonces. Esperaba
en su habitación a que apareciera, observando los pósters que
adornaban sus paredes. De pronto, escuché una melodía extraña,
pero misteriosamente adictiva que resonaba con eco por el largo
pasillo que daba a la habitación de los padres de mi amigo. Se
trataba de kashmir. A su regreso se cercioró de mi cara de éxtasis,
y me preguntó que qué me ocurría, a lo que yo respondí con otra
pregunta. ¿Qué grupo es ese que suena? Me dijo ,- ¡¡Led zeppelin
tío!! haciende entrever esa sensación de bienestar que uno tiene
cuando conoce algo interesante .
En aquella época, (años 80) era complicado conseguir discos de rock. Desprovistos de la exagerada facilidad de hoy en día gracias a Internet, el streaming, spotify, etc, teníamos que arreglárnoslas para conseguir la música que nos gustaba. Lo mas habitual era ir a la tienda de discos. Si tenías suerte y lo tenían en stock podías llevártelo con una gran sonrisa para casa, si por el contrario no lo tenían debías de esperar una media de un mes para poder disfrutarlo. Como muchos, éste era un inconveniente que si se piensa fríamente pasado unos años, llega a resultar hasta gracioso, debido al gigantesco desarrollo tecnológico experimentado por nuestra raza durante los últimos 20 años.
En definitiva, creo que mi opinión es como una partícula cósmica en un mar nebular, una pequeña gota en un inmenso océano, pero lo verdaderamente importante, es que hagamos lo que hagamos, debemos poner pasión, ya que sin ella el resultado es como un trozo inerte sin carisma y desprovisto de esa magia que es necesaria para entrelazar las fibras de algo significativamente valioso. Sin emociones seríamos como seres huecos, lúgubres siluetas incapaces de avanzar hacia el paraíso creativo y melódico que es la vida.
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